Por Isabel Motilva, educadora ambiental del Centro de Interpretación de Agramonte, en el Parque Natural del Moncayo
El agua y el bosque forman un binomio fundamental para la vida en nuestro planeta. Ambos se encuentran muy unidos y se retroalimentan mutuamente. Sin agua no existiría la vida, gracias a ella las plantas pueden alimentarse y generar la fotosíntesis a través de la cual los bosques nos proporcionan oxígeno, conservan el suelo contribuyendo a frenar la desertización y favorecen el incremento de la humedad ambiental. Una condición que nos lleva a afirmar que son generadores de lluvia en potencia.
El comportamiento de la lluvia fuera o dentro del bosque es diferente: fuera cae con fuerza sobre el suelo arrastrando lo que encuentra a su paso, contribuyendo a la erosión y desertización. Dentro no sucede lo mismo, ya que el follaje de los árboles frena su caída y la reparte en lo que podríamos denominar diferentes recipientes.
El comportamiento de la lluvia al impactar con las copas de los árboles de un bosque es fascinante y se desarrolla a través de dos procesos.
Entrada: Una parte del agua de lluvia cae directamente al suelo en los claros del bosque; otra es interceptada por hojas y ramas, parte de la cual se queda en su superficie y otra consigue atravesar dicha estructura cayendo libremente al suelo, es lo que se conoce como trascolación. Evidentemente,, la fuerza con la que baja es mínima evitando la erosión. Otra parte del líquido interceptado se canaliza hacia el tronco, por donde discurre hasta llegar a las raíces, a este efecto se denomina escorrentía cortical.
Una vez en el suelo y dependiendo de la cantidad caída y del poder de absorción del mismo, una porción discurrirá por la superficie en busca de arroyos, otra se infiltrará en el substrato contribuyendo a alimentar las plantas, mientras una tercera seguirá descendiendo hasta rellenar los acuíferos subterráneos, fenómeno conocido como percolación.
Salida: Dependiendo de la radiación solar o del viento, una porción de esa agua que ha entrado o se ha quedado en hojas y ramas transformará su estado de líquido a gaseoso evaporándose. El agua absorbida por las raíces mediante el efecto de la fotosíntesis será conducida con la sabia hasta las hojas donde, según sea la temperatura ambiental, el árbol la transpirará a través de los estomas (sudoración en los animales). A la combinación de estos dos fenómenos se les conoce con el nombre de evapotranspiración.
Así pues los diferentes procesos del “ciclo del agua forestal” son la intercepción, la trascolación, la escorrentía cortical, la evapotranspiración, la infiltración, la percolación y la escorrentía superficial.